Recomendación del mes: El libro "El arte de amargarse la vida"

Este mes os queremos recomendar un libro: “El arte de amargarse la vida”. El autor de este libro es Paul Watzlawick, fue un teórico y psicólogo austríaco nacionalizado estadounidense. Fue uno de los principales autores de la Teoría de la comunicación humana y del Constructivismo radical, y una importante referencia en el campo de la Terapia familiar, Terapia sistémica y, en general, de la Psicoterapia. Suyo es el axioma de: “Es imposible no comunicar”. 


Quizás tenga un poco de dificultad y hay que leerlo poco a poco, pero para nosotras explica situaciones difíciles de entender del día a día de una manera diferente. 

Os dejamos dos fragmentos del libro: 

La llave perdida o «más de lo mismo» 

Un borracho está buscando con afán bajo un farol. Se acerca un policía y le pregunta qué ha perdido. El hombre responde: «Mi llave.» Ahora son dos los que buscan. Al fin, el policía pregunta al hombre si está seguro de haber perdido la llave precisamente aquí. Éste responde: «No, aquí no, sino allí detrás, pero allí está demasiado oscuro.» ¿Le parece a usted absurda la historieta? Si es así, busque usted también fuera de lugar. La ventaja de una tal búsqueda está en que no conduce a nada, si no es a más de lo mismo, es decir, nada. En estas pocas y simples palabras, más de lo mismo, se esconde una de las recetas de catástrofes más eficaces que jamás se hayan formado sobre nuestro planeta en el curso de millones de años y que han llevado especies enteras de seres vivientes a la extinción. 

Con esta historia nos hace ver que si siempre ponemos en marcha la misma solución no siempre resolveremos el problema. 

La historia del martillo Un hombre quiere colgar un cuadro. 

El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: «¡Quédese usted con su martillo, so penco!» 

Aquí vemos como son nuestros propios pensamientos los que influyen en nuestros actos. Antes de anticipar la conducta del otro, ¿por qué no preguntar? 

Esperamos que si leéis el libro, "no sigáis sus recomendaciones" porque conseguiréis realmente amargaros.

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